De
acuerdo con el politólogo italiano Norberto Bobbio (2001) la democracia es el
conjunto de reglas procesales para toma de decisiones en donde está prevista y
propicia la mayor participación de los interesados, donde hay algunas
condiciones necesarias; elecciones libres y periódicas, voto universal,
competencia y competitividad. Hasta aquí todo bien, todas las democracias que
conocemos actualmente son representativas, los ciudadanos eligen a sus
representantes y éstos toman las decisiones en función de las necesidades de
los gobernados, bueno, al menos así debería de funcionar.
En
el caso de México como en los países del continente se tiene un sistema
presidencial, que quiere decir esto, que las elecciones principales y por las
que las diversas fuerzas políticas enfocan todos sus esfuerzos son en la
elección presidencial, es un juego de suma cero, el que gana se lleva todo y
los demás nada. Esto ocurre una y otra vez, en cuanto el candidato ganador toma
posesión de cargo, de inmediato inicia la próxima carrera presidencial.
Nuestra democracia se desgasta
poco a poco, ya no importan las demandas de los ciudadanos, lo importante es la
próxima elección. Van Reybrouck (2017) en su libro “Contra las Elecciones”
señala que se ha tomado como sinónimo elecciones a la democracia, cuando de
elecciones apenas se lleva hablando poco más de 200 años y de democracia desde
antes de Cristo. Hacer énfasis en las elecciones no es algo negativo, sin
embargo no es lo único, éstas solo son un componente de la democracia, hay algo
más allá que al parecer la clase política se niegan a ver.
En México la historia reciente
nos muestra que el candidato ganador, una vez en la presidencia acomoda sus
“fichas” para ir perfilando al siguiente, en el caso de los diputados y
senadores es lo mismo, una vez tomando el escaño buscan construir una
candidatura para las siguientes elecciones, eso se puede ver a nivel federal y
local.
Entonces, ¿las elecciones para
qué sirven? Para legitimar a los diversos actores políticos cuando van por un
cargo de elección popular, esa es la respuesta más realista dado el contexto.
Un buen comienzo
La crisis de la democracia en México (como en otros países) se debe a que nos hemos limitado a las elecciones, no se buscan espacios de decisión más allá del día de la jornada electoral. Es evidente que nuestro sistema político presidencial de suma cero a sido rebasado dado nuestro contexto.
Quizá sea el momento de plantear
seriamente la posibilidad de transitar de un sistema presidencialista a uno
semipresencial o mixto, donde el poder no se concentra en una sola persona,
sino es compartido con un primer ministro que a su vez es elegido por la
mayoría del congreso.
De
acuerdo con Sartori (en Espinoza: 2016) “un sistema político es
semipresidencial si se aplican conjuntamente las siguientes características:
a) El
jefe de Estado (el presidente) es electo por el voto popular –ya sea directa o
indirectamente– para un periodo predeterminado en el cargo.
b) El
jefe de Estado comparte el Poder Ejecutivo con un primer ministro, con lo que
se establece una estructura de autoridad dual cuyos tres criterios definitorios
son:
1. El presidente
es independiente del Parlamento, pero no se le permite gobernar solo o
directamente, y en consecuencia su voluntad debe ser canalizada y procesada por
medio de su gobierno;
2. De la
otra parte, el primer ministro y su gabinete son independientes del presidente
porque dependen del Parlamento; están sujetos al voto de confianza y/o al voto
de censura, y en ambos casos requieren del apoyo de una mayoría parlamentaria,
y
3. La
estructura de autoridad dual del semipresidencialismo permite diferentes balances
de poder, así como predominios de poder variables dentro del Ejecutivo, bajo la
rigurosa condición de que el ‘potencial de autonomía’ de cada unidad componente
del Ejecutivo subsista”.
Hasta el momento en México la clase política parece conformarse
con el tipo de sistema político que se tiene, los cambios que se han puesto
sobre la mesa como la segunda vuelta - que para nada soluciona el problema
aunque si permitiría unir fuerzas que podrían materializarse en un gobierno de
coalición -, sin embargo, el mismo Gobierno de coalición es otra de las
apuestas que en las presentes campañas – disfrazadas de precampañas – se
plantea con los partidos que conforman la coalición "Por México, al Frente ".
Incluso puede que el sistema semipresidencial no solucione
la crisis de la “democracia electorera”,
no obstante, si abonaría a un mejor equilibrio de poderes que dan margen a la
negociación política entre las diversas fuerzas, así como mejores procesos democráticos y no limitarse a la suma cero
de cada proceso electoral presidencial.
Referencias:
Bobbio, N. (2001) El Futuro de la
Democracia, 3era edición. México. Fondo de cultura económica.
Espinoza, R. (2016) Sistemas
Parlamentario, Presidencial y Semipresidencial. Cuadernillo de divulgación Democrática No
20. México. Instituto Nacional Electoral. Disponible en: http://biblio.ine.mx/janium/Documentos/cuaderno_20.pdf
Van Reybrouck, D. (2017) Contra las Elecciones: Cómo Salvar la Democracia. México. Taurus
No hay comentarios:
Publicar un comentario